Educación infantil: los cimientos que nos sostienen

Hablar de educación es hablar de varias cosas a la vez, y requiere centrarnos en dos ámbitos bien específicos. Por un lado, la familia, un lugar privilegiado donde se aprenden los valores fundamentales; y por el otro, la escuela, donde esencialmente se aprende la socialización y la comunicación más profunda. Idealmente, la incidencia de cada uno debería ser equilibrada en la educación, pero como sabemos, en este volátil y resquebrajado mundo ciertas veces la escuela termina siendo el único lugar de referencia de nuestros niños.

En la naturaleza, vemos cómo ante un fuerte viento, los árboles se bambolean tal si fueran parte de una colosal coreografía. Si bien sabemos que son varios los factores que hacen que no se desplomen, el más importante es sin duda el arraigo de sus raíces. Es fácil entonces concebir la metáfora, comparando esas raíces con el desarrollo de los seres humanos; nuestras raíces nos sostienen y he ahí lo importante y vital que resulta una robusta y profusa educación en nuestros primeros años de vida. La educación que recibimos es la que nos sostiene frente a los huracanes; nos da herramientas para ser uno más entre nuestros pares y a la vez nos brinda la posibilidad de mostrarnos y desarrollarnos como únicos. La educación infantil es el primer eslabón al que los seres humanos se conectan para comenzar una cadena milenaria que está entrelazada desde los inicios de la humanidad.

La educación infantil es un derecho

También como parte de la naturaleza, los seres humanos hemos evolucionado durante millones de años, nuestra capacidad de adaptación y manipulación del entorno está a la vista y esa evolución nos ha permitido ir redefiniendo lo importante. En un ejemplo muy simple: así como nuestras manos y pies eran sumamente vitales cuando éramos cazadores, hoy nadie discute que nuestro cerebro, nuestro cuerpo y nuestro ser emocional son lo más importante en nuestro desarrollo; y de eso se trata la educación, nada menos.

Cultivar y enriquecer nuestros atributos, entender las normas, colaborar y empatizar con otros, trabajar para obtener resultados, adquirir conocimientos de todas las materias y socializar con los demás – todos estos aspectos forman parte de la educación infantil y es un derecho que tienen todos nuestros niños, sin exclusión. Si pensamos en que la vida es de un valor inconmensurable, cuanto más lo será entonces para nuestros niños, a quienes se les iniciará en la transmisión de conocimientos en unos pocos años de lo que la humanidad ha ido aprendiendo en miles.
Ese derecho viene acompañado de vastos procesos reflexivos y de construcción de conocimientos para el desarrollo de prácticas pedagógicas de calidad.

El espejo y el reflejo

Descubiertas en 1996, las neuronas espejo son aquellas que se activan ante la realización de una actividad, pero lo que las hace especiales es que también se activan al observar la actividad realizada por otro. Enseñamos por acción y por reacción. Trabajar en educación infantil es estar preparado para el manejo de un sinfín de situaciones como adulto, como docente y como espejo: es saber improvisar y sin embargo tener claramente planificada cada jornada; generar la contemplación pero a la vez incentivar al interacción, la exploración y la práctica; darse un espacio para el juego y otro para el descanso; es escuchar pero también saber hacerse oír; es abrir las ventanas de la curiosidad y también caminar junto a los niños; mostrar lo complejo de una manera sencilla; y por supuesto, ser capaces de realizar una evaluación.

Ser docente no es una tarea sencilla e insume bastante más tiempo que aquel exclusivo dentro del aula. Las tres tareas básicas de planificar, enseñar y evaluar deben estar necesariamente acompañadas por una mirada general que contemple el contexto y las particularidades, permitiendo un abordaje de la tarea que acompañe el proceso de aprendizaje de cada alumno, sabiendo que ese camino es del hoy y que cualquier futuro será una extrapolación del presente.

La educación infantil no es la preparación para la vida, ¡es la vida misma!

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